sábado, 24 de marzo de 2012

CARTA DE NUESTRO SR. ARZOBISPO. RESTAURANOS SEÑOR CON TU MISERICODIA




Cuentan los cronistas de la época que cuando el pintor sevillano Diego Velázquez concluyó en 1.657 el cuadro de las Hilanderas, la obra causó enorme admiración, pues era absolutamente perfecta. El lienzo estaba terso, los colores eran nítidos y brillantes. La escena de las mujeres hilando tenía tal realismo que hasta se percibía en la tela el aire de la estancia. El paso de los años, sin embargo, fue deteriorando la pintura. La luz y el polvo fueron velando los colores. El lienzo se oscureció, fue resquebrajándose y perdiendo consistencia e incluso fueron apareciendo pequeños desconchones.

Como consecuencia de todo ello, hace unos pocos años el cuadro hubo de ser restaurado. El lienzo fue reentelado para darle solidez. Fue limpiado, recuperando la primitiva brillantez de los colores. Y fue reintegrado allí donde se había producido pérdida de pintura. Después de esta tarea delicada, apareció la obra en todo su esplendor, tal y como salió de las manos del artista. El cuadro había sido restaurado, renovado, recreado, convertido a su primitiva belleza. Restauración, renovación, recreación y conversión son palabras que describen de forma muy ajustada el espíritu de la Cuaresma, cuya quinta semana iniciamos en este domingo.

Como el cuadro de Velázquez, cada uno de nosotros después de nuestro bautismo, fuimos una obra perfecta salida de las manos de Dios. En el bautismo fuimos incorporados a Cristo y recibimos la gracia santificante que nos hizo hijos de Dios, miembros de su familia y partícipes de su naturaleza divina. Nos convertimos además en templos de la Santísima Trinidad, que vino a habitar en nosotros.

Con el paso del tiempo, sin embargo, ese cuadro ideal se fue deteriorando. A lo largo de nuestra vida de adultos, nuestra alma fue perdiendo su belleza originaria, su primitiva tersura y perfección. Los pecados veniales oscurecieron la belleza de la gracia divina y hasta es posible que el pecado mortal habitual haya entenebrecido completamente las entretelas de nuestra alma, quebrando totalmente el cuadro de la presencia de la Santísima Trinidad en nosotros.

Por todo ello, nuestra Madre la Iglesia, sitúa cada año en el corazón del año litúrgico el tiempo de Cuaresma, en el que nos invita a la renovación, a la conversión, a la restauración de nuestra vida cristiana. "Restáuranos, Señor, con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas". Esta era la oración con la que iniciábamos la Eucaristía hace dos domingos y ésta debe ser también nuestra petición al Señor a lo largo de esta semana: "Conviértenos a Tí, Dios, Salvador nuestro"; "crea en nosotros un corazón nuevo". Efectivamente, Él es quien nos tiene que convertir. Él es quien nos tiene que restaurar por dentro. Él es que tiene que renovar y robustecer nuestra fe débil, mortecina y vacilante para que dé frutos de santidad y de vida eterna.

El evangelio de este domingo nos refiere la resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-45). La catequesis catecumenal llega hoy a su culmen. A los signos del agua y de la luz de los domingos precedentes, hoy se añade la vida. El prodigio obrado por Jesús en Betania es una promesa firme de nuestra futura resurrección. "Yo soy la resurrección y la vida: -dice Jesús a Marta- el que cree en mí… no morirá para siempre". Pero esta consoladora certeza, no agota el mensaje de Jesús en casa de Lázaro. "En Él estaba la vida", nos dice San Juan (Jn 1,4). Él es el camino la verdad y la vida también ahora, en nuestra peregrinación terrena (Jn 14,6). Él ha venido para que tengamos vida y vida abundante (Jn 10,10), la vida que nos permite dar fruto si permanecemos unidos a Él como el sarmiento que permanece unido a la vid (Jn 15,1-7). Esa vida es la gracia santificante, que nos fue merecida por Jesús de una vez para siempre en la Cruz y que entregó a la Iglesia para que la distribuya y aplique a los hombres de todos los tiempos a través de los sacramentos. Sin ella estamos muertos en el orden sobrenatural. Ella es nuestra mayor riqueza, lo único necesario, el rasgo definitorio de nuestra identidad cristiana, lo único por lo que merece la pena luchar, vigilar, sufrir y hasta morir, como han hecho los santos.

La liturgia de este domingo nos invita a estimar la vida divina en nosotros y a vivirla en plenitud; a luchar contra el pecado venial, que vela en nosotros la imagen de Dios; a luchar sobre todo contra el pecado mortal, que la destruye totalmente. Volvamos al Señor y renovemos la gracia bautismal. Dejemos que Él restaure en nosotros la condición filial en este tiempo de gracia y salvación. Para ello contamos con el sacramento de la penitencia, que todos debemos redescubrir, recuperar y estimar como camino de conversión, de reconciliación con Dios, con la Iglesia y con nuestros hermanos, segundo Bautismo, sacramento de la paz, de la alegría y del encuentro con Dios.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla









EVANGELIO DOMINGO 25 DE MARZO. V DE CUARESMA


Día litúrgico: Domingo V (B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 12,20-33): En aquel tiempo, había algunos griegos de los que subían a adorar en la fiesta. Éstos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: «Señor, queremos ver a Jesús». Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Él les respondió: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo de hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará.

»Ahora mi alma está turbada. Y ¿que voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre». Vino entonces una voz del cielo: «Le he glorificado y de nuevo le glorificaré». La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel». Jesús respondió: «No ha venido esta voz por mí, sino por vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el Príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí». Decía esto para significar de qué muerte iba a morir.

Comentario: Rev. D. Ferran JARABO i Carbonell (Agullana, Girona, España)

«Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto»

Hoy, la Iglesia, en el último tramo de la Cuaresma, nos propone este Evangelio para ayudarnos a llegar al Domingo de Ramos bien preparados en vista a vivir estos misterios tan centrales en la vida cristiana. El Via Crucis es para el cristiano un "via lucis", el morir es un volver a nacer, y, más aun, es necesario morir para vivir de verdad.

En la primera parte del Evangelio, Jesús dice a los Apóstoles: «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24). San Agustín comenta al respecto: «Jesús se dice a Sí mismo "grano", que había de ser mortificado, para después multiplicarse; que tenía que ser mortificado por la infidelidad de los judíos y ser multiplicado para la fe de todos los pueblos». El pan de la Eucaristía, hecho de grano de trigo, se multiplica y se parte para ser alimento de todos los cristianos. La muerte del martirio es siempre fecunda; por esto, «quienes aman la vida», paradójicamente, la «pierden». Cristo muere para dar, con su sangre, fruto: nosotros le hemos de imitar para resucitar con Él y dar fruto con Él. ¿Cuántos dan en silencio su vida por el bien de los hermanos? Desde el silencio y la humildad hemos de aprender a ser grano que muere para volver a la Vida.

El Evangelio de este domingo acaba con una exhortación a caminar a la luz del Hijo exaltado en lo alto de la tierra: «Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). Tenemos que pedir al buen Dios que en nosotros sólo haya luz y que Él nos ayude a disipar toda sombra. Ahora es el momento de Dios, ¡no lo dejemos perder! «¿Dormís?, ¡el tiempo que se os ha concedido pasa!» (San Ambrosio de Milán). No podemos dejar de ser luz en nuestro mundo. Como la luna recibe su luz del sol, en nosotros han de ver la luz de Dios.

miércoles, 14 de marzo de 2012

ADORACION AL SANTISIMO




El próximo viernes 16 de marzo tendremos el mensual turno de adoración al Santísimo en el sagrario de nuestra parroquia en horario de 7 a 8 de la tarde. Durante la hora de leerán textos y oraciones eucarísticas para su meditación, se concluirá con la Bendición y Reserva.

domingo, 11 de marzo de 2012

DEVOCIONES LETIFICAS


¿Dónde está muerte tu victoria?

Con esta cita se inicia el rito de lo que hemos dado en llamar Pascua Florida que marca el inicio de la temporada de las Glorias.

Con una poderosa zancada que fija su impulso en el Misterio de la Resurrección, las devociones letíficas inician su calendario de cultos que les llevará a vivir la alegría de Cristo Resucitado con un marcado dinamismo. Al asomarnos con un mínimo espíritu crítico a este peculiar sector de las Hermandades, se nos plantean una serie de interrogantes en torno a los cuales se explica su pasado, se ha de justificar su presente y, como reto, se plantean los desafíos de su futuro más inmediato.

¿ Por qué surgen las Hermandades de Gloria? ¿Están vivas las Hermandades de Gloria? ¿Cuál es su papel a día de hoy? Y, en el mismo sentido ¿Qué pueden aportar estas Corporaciones letíficas a nuestra Iglesia? ¿Tienen asumido y saben ejecutar su papel diferencial?

Es difícil realizar desde estas páginas una clasificación generalizada pues somos conscientes de que cada hermandad vive un momento y una realidad que no puede desvincularse de su entorno geográfico (barrios en decadencia por despoblamiento ó por contra, en crecimiento por expansión); del mayor o menor acierto con que las gobiernan sus Juntas y, por último de su independencia y suficiencia económica, cuestión esta nada baladí.

Queda fuera de toda duda que el aspecto histórico de nuestras Hermandades de Glorias está abundante y concienzudamente tratado por estudiosos de reconocible cualificación, encabezados por don Juan Martínez Alcalde.

Por estas razones, en este primer artículo en que el Foro aborda dicho sector de las Hermandades, nos centraremos en el presente y en el futuro de nuestras asociaciones gloriosas.

El Código de Derecho Canónico vigente no recoge de manera expresa la diferenciación dentro de las asociaciones entre Penitencia, Sacramentales y de Gloria. Son pues, una creación basada en la tradición, el objeto de culto y el tiempo litúrgico que toman de referencia como signo de identidad. Coinciden todos los sectores de la opinión pública en afirmar que las Hermandades de Gloria viven una época de resurgimiento que alcanza tanto asociaciones del Casco Antiguo como en muchos casos, se traduce, en la periferia sevillana, en el florecimiento de nuevas asociaciones.

Entendemos que la peculiaridad de estas corporaciones deviene del hecho de que quedan fuera de la Cuaresma y Semana Santa y que, la separación definitiva que marca un hito en su discurrir es el nacimiento e institución de la Carrera Oficial, por lo que, a diferencia de las Hermandades de Penitencia, quedan fuera de supuestas rivalidades, que lleven a sus fieles a competir en términos de ornato, pompa y enriquecimiento, a la vez que se “encierran” aún más en sus barrios.

Inicialmente este hecho pudiera producir, de un lado un fenómeno de “ensimismamiento” en ellas a la vez que hace que los fieles cristianos, en su deseo de lucidez, se vuelquen en favor de aquellas que permiten, dentro del recorrido oficial, ese mayor lucimiento de lo que entienden que es “su barrio” y/o “su gremio” y otro tipo de vinculaciones ya de carácter sentimental.

Llama precisamente por ello la atención que precisamente en estos tiempos resurjan con fuerza estas Corporaciones contrariamente a lo que cabía esperar de ellas según marcaba el devenir impuesto por los hechos a los que nos hemos referidos. Y es que, equivocadamente, hemos llegado a definir el estado de las Glorias por antagonía a las Penitencias, o sea, que se toma de referente el estado de las Hermandades de Penitencia a la hora de definir el de las Glorias en una regla de tres que reza “a más y mejor de unas , menos y peor de las otras”. Y la realidad demuestra que ello no es así en la medida que ambas, en los momentos actuales, conviven en la actualidad con pujanza. El buen uso y destino que hagamos de ese momento que atraviesan es responsabilidad de sus miembros y dirigentes.

Es curioso comprobar que, en muchos casos, son los mismos cofrades los que sirven en las filas de unas y otras corporaciones asumiendo en cada momento y lugar la idiosincrasia de cada una de ellas.

Pero por centrarnos en el papel y sentido de estas asociaciones de fieles, entendemos que las corporaciones de la Iglesia tienen de valor lo que son capaces de aportar al servicio de la misma. ¿Qué sentido tienen hoy estas Hermandades?

Tomando de referencia la independencia que les da el no tener la servidumbre de una carrera oficial con todo lo que ella conlleva, las Hermandades de Gloria gozan de una posición privilegiada para servir a los barrios en los que están radicadas.

Las Hermandades de Gloria han de ser modelo de relación con las parroquias, a las cuales deben ayudar y complementar en esos aspectos que, desde su posición privilegiadas, pueden asumir. Nos referimos a dar cohesión a sus habitantes, ser un referente a lo largo del año, ayudar a mantener la identidad de barrio que conserva y fomenta sus tradiciones a través de las vivencias cristianas devocionales, con sus velás, cruces de mayo, labor asistencial, HACERSE PRESENTES ANIMANDO CON ESPÍRITU CRISTIANO EL ORDEN TEMPORAL.

Tres son los colectivos que se benefician directamente de esta actividad:

Los ancianos; los niños y jóvenes y las instituciones religiosas y centros docentes confesionales radicados en la collación de su parroquia y a ellos deben ir dirigidos sus esfuerzos.

Los ancianos en la medida que estas asociaciones ayudan a conservar vivos los referentes que acompañaron el discurrir de la vida desde la infancia.

Los jóvenes y niños en la medida que se ofrezcan a los mismos un lugar cristiano de convivencia, aprendizaje y relaciones donde evitar la distorsión que produce en su educación la nefasta influencia de un ocio desorganizado.

En cuanto a las instituciones religiosas, muchas veces nuestras Hermandades tienen su origen en ellas. En este sentido, nuestras corporaciones tienen un deber de perpetuar y recordar las presencia de las órdenes e instituciones religiosas a las que están vinculadas por sus propio origen en unos momentos en que la supervivencia de estas se encuentran altamente amenazadas por la falta de vocaciones. Esto en cuanto a la tradición, porque en cuanto al presente y futuro, las nuevas realidades hace necesario que las Hermandades de Gloria se impliquen de manera activa en las comunidades e instituciones religiosas (docentes, de caridad, contemplativas ), haciendo presentes entre ellas por el servicio el carisma especial que la Providencia ha puesta en ellas desde sus orígenes.

Obviamente para poder conseguir estos fines, es fundamental que las Juntas de Gobierno tengan asumido este papel, conozcan sus orígenes, fomenten sus tradiciones, actúen en coordinación con sus parroquias y de acuerdo con los dictados de sus pastores y que tengan un marcado sentido del servicio que les lleve a establecer calendarios comprometidos de actuaciones al filo de su agenda que superen las proyecciones cortoplacistas de una sola legislatura. Todo ello conlleva un compromiso de unidad en torno a un proyecto que no puede prescindir de la buena organización para servir mejor al prójimo por amor a Dios.

Foro de Opinión Cardenal Niño de Guevara

EVANGELIO DOMINGO 11 DE MARZO. III DE CUARESMA


Día litúrgico: Domingo III (B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Jn 2,13-25): Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado». Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará.

Los judíos entonces le replicaron diciéndole: «Qué señal nos muestras para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré». Los judíos le contestaron: «Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús.

Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues Él conocía lo que hay en el hombre.

Comentario: Rev. D. Lluís RAVENTÓS i Artés (Tarragona, España)

«No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado»

Hoy, cercana ya la Pascua, ha sucedido un hecho insólito en el templo. Jesús ha echado del templo el ganado de los mercaderes, ha volcado las mesas de los cambistas y ha dicho a los vendedores de palomas: «Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado» (Jn 2,16). Y mientras los becerros y los carneros corrían por la explanada, los discípulos han descubierto una nueva faceta del alma de Jesús: el celo por la casa de su Padre, el celo por el templo de Dios.

¡El templo de Dios convertido en un mercado!, ¡qué barbaridad! Debió comenzar por poca cosa. Algún rabadán que subía a vender un cordero, una ancianita que quería ganar algunos durillos vendiendo pichones..., y la bola fue creciendo. Tanto que el autor del Cantar de los cantares clamaba: «Cazadnos las raposas, las pequeñas raposas que devastan las viñas» (Cant 2,15). Pero, ¿quién hacía caso de ello? La explanada del templo era como un mercado en día de feria.

-También yo soy templo de Dios. Si no vigilo las pequeñas raposas, el orgullo, la pereza, la gula, la envidia, la tacañería, tantos disfraces del egoísmo, se escurren por dentro y lo estropean todo. Por esto, el Señor nos pone en alerta: «Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!» (Mc 13,37).

¡Velemos!, para que la desidia no invada la conciencia: «La incapacidad de reconocer la culpa es la forma más peligrosa imaginable de embotamiento espiritual, porque hace a las personas incapaces de mejorar» (Benedicto XVI).

¿Velar? -Intento hacerlo cada noche- ¿He ofendido a alguien?, ¿son rectas mis intenciones?, ¿estoy dispuesto a cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios?, ¿he admitido algún tipo de hábito que desagrade al Señor? Pero, a estas horas, estoy cansado y me vence el sueño.

-Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes muy bien qué hay en el interior de cada hombre, hazme conocer las faltas, dame fortaleza y un poco de este celo tuyo para que eche fuera del templo todo aquello que me aparte de ti.


domingo, 4 de marzo de 2012

EDITADO DVD DE LA PROCESION DEL CORPUS CHRISTI 2011

La Hermandad del Santísimo Sacramento ha editado un DVD de la Procesión del Corpus Christi del pasado año 2011. Con una duración de 30 min. en él se recoge imágenes de la celebración de la Santa Misa -presidida en esta ocasión por Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla- así como del recorrido de la procesión por las calles de nuestra ciudad, presentando este año como novedad la incorporación al cortejo del paso del Niño Jesús de la Parroquia Santa María Magdalena.

La Agrupación Musical Ntra. Sra. de Valme abrió la comitiva delante de la Cruz Parroquial, la Banda de Cornetas y Tambores de la Presentación al Pueblo acompañó a la Divina Pastora de las Almas y la Banda de Música 'Santa Ana' cerró el cortejo tras la Custodia.

En él se muestran escenas e imágenes del recorrido del recorrido de la procesión pudiéndose ver los altares instalados.

Es una realización de Alfonso Vidán, el cual ha producido un trabajo de mucha calidad con ocasión de la visita a nuestra parroquia y posterior participación en la procesión de nuestro Arzobispo de Sevilla, D. Juan José Asenjo Pelegrina.

El precio es de 10 euros y su recaudación irá destinado a atender las necesidades de la hermandad. Se puede adquirir en nuestra casa de hermandad o a través de cualquier miembro de la junta de oficiales.

EVANGELIO DOMINGO 4 DE MARZO. II DE CUARESMA



Día litúrgico: Domingo II (B) de Cuaresma

Texto del Evangelio (Mc 9,2-10): En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

Comentario: Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i Padrós (Barcelona, España)

«Se transfiguró delante de ellos»

Hoy contemplamos la escena «en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor» (Juan Pablo II): «Se transfiguró delante de ellos y sus vestidos se volvieron resplandecientes» (Mc 9,2-3). Por lo que a nosotros respecta, podemos entresacar un mensaje: «Destruyó la muerte e irradió la vida incorruptible con el Evangelio» (2Tim 1, 10), asegura san Pablo a su discípulo Timoteo. Es lo que contemplamos llenos de estupor, como entonces los tres Apóstoles predilectos, en este episodio propio del segundo domingo de Cuaresma: la Transfiguración.

Es bueno que en nuestro ejercicio cuaresmal acojamos este estallido de sol y de luz en el rostro y en los vestidos de Jesús. Son un maravilloso icono de la humanidad redimida, que ya no se presenta en la fealdad del pecado, sino en toda la belleza que la divinidad comunica a nuestra carne. El bienestar de Pedro es expresión de lo que uno siente cuando se deja invadir por la gracia divina.

El Espíritu Santo transfigura también los sentidos de los Apóstoles, y gracias a esto pueden ver la gloria divina del Hombre Jesús. Ojos transfigurados para ver lo que resplandece más; oídos transfigurados para escuchar la voz más sublime y verdadera: la del Padre que se complace en el Hijo. Todo en conjunto resulta demasiado sorprendente para nosotros, avezados como estamos al grisáceo de la mediocridad. Sólo si nos dejamos tocar por el Señor, nuestros sentidos serán capaces de ver y de escuchar lo que hay de más bello y gozoso, en Dios, y en los hombres divinizados por Aquel que resucitó entre los muertos.

«La espiritualidad cristiana -ha escrito Juan Pablo II- tiene como característica el deber del discípulo de configurarse cada vez más plenamente con su Maestro», de tal manera que -a través de una asiduidad que podríamos llamar "amistosa"- lleguemos hasta el punto de «respirar sus sentimientos». Pongamos en manos de Santa María la meta de nuestra verdadera "trans-figuración" en su Hijo Jesucristo.

TEMA DE REFLEXION PARA EL MES DE MARZO



La Penitencia (III). Absolución de los pecados y efectos de la absolución

“Cristo confió el ministerio de la Reconciliación a sus Apóstoles, a los obispos, sucesores de éstos, y a los presbíteros, colaboradores de los obispos, los cuales se convierten, por tanto, en instrumentos de la misericordia y de la justicia de Dios. Ellos ejercen el poder de perdonar los pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Compendio, n. 307).

Sólo los sacerdotes pueden perdonar los pecados en el nombre de Dios. Perdonar el pecado en el alma del hombre, devuelve la amistad y la confianza con Dios, y hace posible que la eficacia de la gracia continúe actuando en la persona del pecador y que Cristo siga viviendo en su alma. Se entiende entonces que el sacramento de la Reconciliación –recibir el hombre el perdón de Dios- sea también un paso previo a la venida de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo a cada ser humano, a cada persona. Y se comprende también que la Eucaristía haya de ser recibida sin pecado mortal, para que el encuentro personal con Cristo pueda llegar a realizase y dar en el alma los frutos esperados: nueva fe, nueva esperanza, nueva caridad.
San Pablo da una clara admonición a quienes cometen el sacrilegio de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en pecado mortal: "Por tanto examínese a sí mismo cada uno y luego coma de aquel pan y beba del cáliz. Porque quien lo come o lo bebe indignamente come y bebe su propia condenación" (I Cor 11, 28-29).

Con la penitencia, con la Reconciliación con Dios, el hombre pecador no se hace “esclavo del pecado”. Queda en condiciones de usar su libertad para que el pecado no se apodere de su espíritu ni eche en él raíces, y para que la gracia de la "nueva criatura en Cristo Jesús" siga creciendo y desarrollándose en él.

La "nueva criatura" no sólo vive en el espíritu. El hombre es persona, cuerpo, alma, espíritu, y, al transmitirnos la "participación en la naturaleza divina", Jesucristo ha querido subrayar esa unidad del hombre instituyendo un sacramento que toca directamente la fragilidad del ser humano.

“Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la Reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados; la Reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se había perdido (por el pecado mortal); la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu; y el aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano” (Compendio, n. 310).

La absolución ha de ser recibida personalmente por cada penitente. Sólo cabe una absolución colectiva, a varias personas, en caso de inminente peligro de muerte; e incluso en esas situaciones, la Iglesia indica que quienes reciben así la absolución han de hacer “propósito de confesar individualmente, a su debido tiempo, los pecados graves ya perdonados de esta forma” (Compendio. n. 311).
Para facilitar que todos los cristianos podamos vivir con paz y serenidad este sacramento, en el que recibimos toda la gracia de la redención que Cristo nos ganó en el Calvario y en la Resurrección, la Iglesia ha establecido que “todo confesor está obligado, sin ninguna excepción y bajo penas muy severas, a mantener el sigilo sacramental, esto es, el absoluto secreto sobre los pecados conocidos en confesión” (Compendio, n. 309). Y la Iglesia celebra entre sus mártires, muchos sacerdotes que han defendido con su vida el secreto de la Confesión.
Junto a la paz y a la serenidad de conciencia, uno de los frutos más preciosos del Sacramento del Perdón no es del penitente, es del mismo Jesucristo: que en cada Confesión, en cada Absolución tiene la alegría de perdonar. “Más alegría hay el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa nueve justos”.

Cuestionario


  • ¿Doy gracias de todo corazón al Señor, cada vez que recibo la absolución de mis pecados?
  • ¿Me confieso con cierta frecuencia, una vez al mes, por ejemplo, consciente de recibir gracia y fuerza para vivir siempre en gracia de Dios?
  • ¿Le pido a la Virgen Santísima que me dé la fuerza de reconocer el mal que haya hecho, y que pierda la vergüenza de decir los pecados con toda sinceridad al confesor?