domingo, 28 de octubre de 2012

NOTICIA DEL GRUPO JOVEN


Entre las actividades programadas se ha iniciado por parte de los jóvenes de la hermandad la venta de mantecados con vistas a las próximas fiesta de Navidad.

El motivo de esta iniciativa es la recaudación de dinero para llevar a cabo el proyecto de ejecución de la nueva vara para la Bandera de la Pastora, que en su momento será un regalo del Grupo Joven a la Hermandad, ya que hasta ahora se está utilizando la que nos cede la Hdad. del Rocio.

Desde estas líneas el grupo joven pide la colaboración de los hermanos en la compra de al menos un artículo  del catálogo de productos. De esta forma nos sumaremos a su proyecto que en definitiva redundará en el enriquecimiento del patrimonio de nuestra hermandad. Para ello pueden ponerse en contacto con el responsable del grupo joven Pedro Carrasco Postigo en el teléfono 670997661 en horario de tarde.

OFRENDA DEL GRUPO JOVEN A LA VIRGEN DE VALME


El pasado 19 de octubre nuestro Grupo Joven participó en la ofrenda a Ntra. Sra. de Valme. Este año como todos hemos sabido la juventud de las hermandades presentaron a la Santísima Virgen alimentos no perecederos que posteriormente fueron entregados a Cáritas para que fuesen repartidos entre los necesitados.
Previa a la ofrenda de alimentos fueron leídas unas peticiones por varios jóvenes entre los que se encontraba un representante de nuestra juventud. A continuación ofrecemos varias fotos del acto. 







Fotos: Juan Manuel Borrego Baena

sábado, 13 de octubre de 2012

EVANGELIO DOMINGO 14 DE OCTUBRE. DOMINGO XXVIII (B) DEL TIEMPO ORDINARIO




Día litúrgico: Domingo XXVIII (B) del tiempo ordinario
Texto del Evangelio (Mc 10,17-30): En aquel tiempo, cuando Jesús se ponía en camino, uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante Él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?». Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». Él, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme».
Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?». Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios». Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna».
Comentario: Rev. D. Xavier SERRA i Permanyer (Sabadell, Barcelona, España)
Se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes
Hoy vemos cómo Jesús —que nos ama— quiere que todos entremos en el Reino de los cielos. De ahí esta advertencia tan severa a los “ricos”. También ellos están llamados a entrar en él. Pero sí que tienen una situación más difícil para abrirse a Dios. Las riquezas les pueden hacer creer que lo tienen todo; tienen la tentación de poner la propia seguridad y confianza en sus posibilidades y riquezas, sin darse cuenta de que la confianza y la seguridad hay que ponerlas en Dios. Pero no solamente de palabra: qué fácil es decir «Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío», pero qué difícil se hace decirlo con la vida. Si somos ricos, cuando digamos de corazón esta jaculatoria, trataremos de hacer de nuestras riquezas un bien para los demás, nos sentiremos administradores de unos bienes que Dios nos ha dado.

Acostumbro a ir a Venezuela a una misión, y allí realmente —en su pobreza, al no tener muchas seguridades humanas— las personas se dan cuenta de que la vida cuelga de un hilo, que su existencia es frágil. Esta situación les facilita ver que es Dios quien les da consistencia, que sus vidas están en las manos de Dios. En cambio, aquí —en nuestro mundo consumista— tenemos tantas cosas que podemos caer en la tentación de creer que nos otorgan seguridad, que nos sostiene una gran cuerda. Pero, en realidad —igual que los “pobres”—, estamos colgando de un hilo. Decía la Madre Teresa: «Dios no puede llenar lo que está lleno de otras cosas». Tenemos el peligro de tener a Dios como un elemento más en nuestra vida, un libro más en la biblioteca; importante, sí, pero un libro más. Y, por tanto, no considerarlo en verdad como nuestro Salvador.

Pero tanto los ricos como los pobres, nadie se puede salvar por sí mismo: «¿Quién se podrá salvar?» (Mc 10,26), exclamarán los discípulos. «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios» (Mc 10,27), responderá Jesús. Confiémonos todos y del todo a Jesús, y que esta confianza se manifieste en nuestras vidas.

TEMA DE REFLEXION PARA EL MES DE OCTUBRE




El sacramento del Matrimonio.-(I)-

“El Creador del mundo estableció la sociedad conyugal como origen y fundamento de la sociedad humana, y con su gracia la convirtió en sacramento grande en Cristo y en la Iglesia” (Concilio Vaticano II, Decret. Apostolicam Actuositatem,  11).

“La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y al bien de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1601).

En el primer relato de la creación queda subrayada esta unidad del género humano ya desde el primer instante de su origen, y no solamente con Dios, el Creador, sino también entre el hombre y la mujer: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza...Dios creó, pues, al hombre a su imagen, conforme a la imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó" (Gn 1, 26-27).  
Esta unidad del ser humano –hombre y mujer; varón y hembra -, y su cooperación con Dios en la creación, en la redención, en la santificación, queda definitivamente establecida y manifestada por Cristo en el sacramento del Matrimonio.
Para abrir nuestra inteligencia a una adecuada comprensión de la riqueza sacramental del matrimonio, es necesario superar una concepción muy extendida entre los fieles cristianos, que reduce mucho el verdadero significado del matrimonio.
Esa idea generalizada lleva a considerar que el ser sacramento, apenas añade una sencilla bendición sobrenatural a la institución natural del matrimonio. Como si la importancia fundamental del matrimonio estuviera en el contrato natural de un hombre con una mujer, en el que se intercambian promesas de fidelidad y de vida. El ser sacramento se limitaría a la realización de unas ceremonias, para legalizar esa unión delante de Dios.
Esta visión del matrimonio es falsa y pobre.  La nueva realidad sobrenatural de la alianza matrimonial, al haber sido elevada por Cristo a Sacramento, permaneciendo idéntica la realidad natural originaria, lleva consigo  sanar las heridas provocadas por el pecado en el orden de la creación, y convierte el matrimonio-sacramento en principio de redención y de santificación.
“El matrimonio basado en un amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono de la relación de Dios con su pueblo y, viceversa, el modo de amar de Dios se convierte en la medida del amor humano” (Benedicto XVI).
La importancia del matrimonio en los planes de la creación no será nunca suficientemente subrayada, no obstante, las claras palabras delGénesis, que manifiestan la confianza y la alegría de Dios en el matrimonio: "Dios los bendijo diciéndoles: Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad en los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre todos los animales que reptan sobre la tierra (...) Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que estaba muy bien" (1, 28-31).         
Para alcanzar la perspectiva de la nueva criatura en Cristo, que es todo cristiano, es muy oportuno tener presente la grandeza del sacramento del matrimonio, y la importante acción redentora y santificadora de la gracia, que en él tiene lugar; dos aspectos que han quedado reflejados en estos dos textos:
"La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26-27) y se cierra con la visión de las bodas del Cordero (Ap 19, 7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su misterio, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación en el Señor (1 Cor 7, 39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 31-32)" (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1602).
Benedicto XVI afirma: “El matrimonio es un sacramento del Creador del universo; por tanto, ha sido inscrito precisamente en el ser humano mismo, que está orientado hacia ese camino (…) El sacramento del matrimonio no es una invención de la Iglesia; en realidad fue creado juntamente con el hombre, como tal, como fruto del dinamismo del amor, en el que el hombre y la mujer se encuentran mutuamente y así encuentran también al Creador que los llamó al amor”.

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Cuestionario

·     ¿Ayudo a mis hijos, a mis amigos, en la preparación de su Matrimonio cristiano?
·     ¿Soy consciente de que el Señor y la Virgen María participan en la celebración del Matrimonio?
·     ¿Tengo presente que además de celebrar en una iglesia, el Matrimonio se celebra también en el Cielo?



INICIO DEL AÑO DE LA FE




El 11 de octubre se inició el Año de la fe, fecha histórica en que comenzó el Concilio Vaticano II hace 50 años, en 1962, y terminó en 1965.
Estas fueron las palabras de Benedicto XVI en la inauguración del Año de la Fe el jueves 11 de octubre:
 “Si ya en tiempos del Concilio se podía saber, por algunas trágicas páginas de la historia, lo que podía significar una vida, un mundo sin Dios, ahora lamentablemente lo vemos cada día a nuestro alrededor. Se ha difundido el vacío. Pero precisamente a partir de la experiencia de este desierto, de este vacío, es como podemos descubrir nuevamente la alegría de creer, su importancia vital para nosotros, hombres y mujeres. En el desierto se vuelve a descubrir el valor de lo que es esencial para vivir; así, en el mundo contemporáneo, son muchos los signos de la sed de Dios, del sentido último de la vida, a menudo manifestados de forma implícita o negativa. Y en el desierto se necesitan sobre todo personas de fe que, con su propia vida, indiquen el camino hacia la Tierra Prometida y de esta forma mantengan viva la esperanza. La fe vivida abre el corazón a la Gracia de Dios que libera del pesimismo. Hoy más que nunca evangelizar quiere decir dar testimonio de una vida nueva, trasformada por Dios, y así indicar el camino…”
El papa pide a todos los católicos que en este año los fieles laicos leamos todos los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo completo y la Biblia como fundamentos de la fe. Y que recemos diariamente el Credo:
“Creo en un solo Dios; Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo, recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén”.

LOS OBJETIVOS DEL AÑO DE LA FE
¿Qué sentido da el Papa a este Año de la fe? ¿Qué objetivos pretende con él?  La respuesta la hallaremos en los dos documentos con los que fueron convocados los dos años de la fe después del Concilio Vaticano II: el de Pablo VI (1967) y ahora el de Benedicto XVI:

1) "Para confirmar nuestra fe rectamente expresada" (Pablo VI), "redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada" (Benedicto XVI).

2) "Para promover el estudio de las enseñanzas del Concilio Vaticano II" (Pablo VI), "con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza" (Benedicto XVI).

3) "Para sostener los esfuerzos de los católicos que buscan profundizar las verdades de la fe" (Pablo VI); "intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo" (Benedicto XVI).

A estos fines comunes a los dos Papas, Benedicto XVI añade, fijándose en las circunstancias actuales, algunos más:

1) "Invitar a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo".

2) "Comprometerse a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe".

3) "Suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza".

4) "Comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios".

Este último objetivo es el que más recalca el Papa Ratzinger. Le interesa subrayar la inseparabilidad del acto con el que se cree y de los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento:

  • El acto de fe sin contenidos nos conduce a la total subjetivación de la fe.
  • Los contenidos, sin el asentimiento de la fe, instruyen nuestra mente, pero no nos unen a Dios ni son capaces de transformar nuestra vida, de convertirla al Dios vivo. Sólo si la profesión de fe desemboca en confesión del corazón podemos hablar de una fe madura, bien formada, capaz de producir frutos en los demás.

Libro privilegiado del Año de la fe

El año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados en el Catecismo de la Iglesia Católica (Porta fidei, nº. 11).

Si de lo que se trata es de reavivar e infundir una nueva linfa a la fe de los creyentes en Cristo, el Catecismo es el camino seguro para conseguirlo. En él se resume y expresa la fe de toda la Iglesia desde sus orígenes hasta nuestros días. En él hallamos:

  • la fe que profesamos (credo)
  • la fe que celebramos (liturgia)
  • la fe que vivimos (moral)
  • la fe que rezamos (oración)
En nuestro tiempo, en el que los contenidos objetivos de la fe cristiana son muchas veces devaluados, sometidos a crítica destructiva, preteridos, ha llegado el momento de apuntar el zoom sobre la fe en toda su riqueza de doctrina, fruto de veinte siglos de reflexión y de vida.
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la comunidad de la iglesia!