lunes, 29 de diciembre de 2014

LAS CUATRO MISAS DEL DIA DE NAVIDAD


Las cuatro misas de navidad tiene su origen en las misas estacionales que se celebraban por el Papa en una determinada iglesia de Roma, que se llamaba iglesia estacional y así se indicaba en todos los misales hasta el Concilio Vaticano II.
La gran estación de la Natividad es la Basílica de Santa María la Mayor, por un vínculo con las reliquias del Pesebre de Belén donde nació el Salvador, que así se veneran. En efecto, los del Pesebre están expuestos en una urna regalada por España ya que los Reyes de España son Patronos y canónigos honorarios de la Basílica de Santa María Mayor.
Además, debajo de la Basílica está una capilla más antigua que contiene tierra y piedras de la gruta de Belén llevadas a Roma junto con el cuerpo de San Jerónimo.
Pues bien, era costumbre en Roma que el papa celebraba una primera misa en el altar mayor Basílica de Santa María la Mayor, terminada la cual se rezaban los maitines. A esa se le llamaba “misa de la vigilia”.
Después de esa misa, se celebraba una segunda en Santa María la Mayor, pero no en el altar mayor sino en la capilla “del pesebre” (statio ad Sancta Mariam Maiorem ad Praesepe) que se llamaba “misa de noche”.
La misa de medianoche también es conocida como misa de gallo porque se debía celebrar "mox ut gallus cantaverit", es decir, “en seguida de cantar el gallo. A esta misa le seguía el canto de las laudes.
Después de esta segunda misa, había una tercera celebrada por el Papa para los griegos en la Iglesia de Santa Anastasia, a la que ellos tenían especial devoción y cuya fiesta celebraban en esa fecha. A esta se le llamaba misa de la aurora. Con el pasar del tiempo, esa misa de la aurora se trasformó en celebración plenamente navideña.
Por último, el Papa presidía otra solemne Eucaristía en la Basílica de santa María la mayor, ya de día y conocida como “misa del día”.
En un principio la misa de la aurora no era una misa propiamente navideña, y por eso solo había tres misas de navidad. Es por esta razón que algunos autores medievales lo interpretaron como una celebración del triple nacimiento del Señor: la generación eterna del Padre, el nacimiento temporal de María Virgen y el nacimiento por gracia en el alma de los justos.
Esta costumbre de la Iglesia de Roma pasó a toda la cristiandad, y el misal actualmente prevé las cuatro misas de navidad, así como la posibilidad de rezar el oficio de lecturas después de la misa de la vigilia y antes de la misa de medianoche. Cada una de las misas tiene lecturas y oraciones distintas.

jueves, 20 de noviembre de 2014

RECOGIDA DE ALIMENTOS



Como en años anteriores los jóvenes de nuestra hermandad participarán en la recogida de alimentos en uno de los supermercados de nuestra ciudad.

Esta iniciativa está llevada a cabo por el Banco de Alimentos y que con el apoyo de los jóvenes de las hermandades de nuestra ciudad hacen posible esta propuesta para los más necesitados.

Dicha recogida de alimentos se llevará a cabo el próximo mañana viernes, día 28 de noviembre y en horario comercial.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

lunes, 3 de noviembre de 2014

NOVIEMBRE, MES DE LOS DIFUNTOS



Durante el mes de noviembre la Iglesia Católica recuerda de manera especial a los Fieles Difuntos, es decir a las personas que han partido de este mundo para pasar a la vida eterna junto al Padre, animando a ofrecer oraciones y sacrificios por su salvación eterna.
El Obispo José Sánchez González, explica en su artículo de Ecclesia Digital: “Durante el mes de noviembre, la Iglesia nos invita a pensar en la vida en su etapa definitiva más allá de la muerte. (…) En el segundo día del mes, en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, se no recuerda nuestra comunión y nuestra obligación para con los que, como nosotros fueron bautizados e incorporados a la Iglesia y hoy, separados temporalmente por la muerte, pueden estar necesitando de nuestra ayuda por la oración y los sufragios ofrecidos por ellos, al mismo tiempo que pueden ser nuestros intercesores ante el Señor Misericordioso.”
Conmemoración de los Fieles Difuntos
La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.
Según la Enciclopedia Católica*, en los primeros días de la Cristiandad se escribían los nombres de los hermanos que habían partido en la díptica (dos tablas plegables, con forma de libro, en las que la primitiva Iglesia acostumbraba anotar los nombres de los vivos y los muertos por quienes se había de orar).
Después, en el siglo sexto, era costumbre en los monasterios benedictinos tener una conmemoración de los miembros difuntos en Pentecostés. En España, en tiempo de San Isidoro (m. 636), había un día semejante el sábado antes de la Sexagésima (el sexagésimo día antes del Domingo de Pascua) o antes de Pentecostés. En Alemania existió una ceremonia consagrada a orar por los difuntos, el 1 de octubre. Esto fue aceptado y bendecido por la Iglesia. San Odilo de Cluny (m. 1048) ordenó que se celebrara anualmente, en todos los monasterios de su congregación, la conmemoración de todos los fieles difuntos. De allí se extendió entre las otras congregaciones de los benedictinos y entre los cartujos. Más tarde, varios obispos, se acogieron a dicha celebración.
Con el paso de los años, la Iglesia Católica instauró el 2 de noviembre como la fecha oficial para conmemorar a los fieles difuntos.
Costumbres y tradiciones
Por esto días en la mayoría de los países, en especial católicos, los camposantos lucen arreglos florales, las velas iluminan los osarios y las Misas por los difuntos se hacen más notables.
Entre todas, la cultura Azteca se destaca por ser la más pintoresca para celebrar el día de los difuntos. Se dice que esta costumbre mexicana está relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.
Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.
Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.
Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban. La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.
Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.
La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: el día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.
***
Oración al fallecimiento de un ser querido
¡Oh Jesús, único consuelo en las horas eternas del dolor, único consuelo sostén en el vacío inmenso que la muerte causa entre los seres queridos! Tú, Señor, a quién los cielos, la tierra y los hombres vieron llorar en días tristísimos; Tú, Señor, que has llorado a impulsos del más tierno de los cariños sobre el sepulcro de un amigo predilecto; Tú, ¡oh Jesús! que te compadeciste del luto de un hogar deshecho y de corazones que en él gemían sin consuelo; Tú, Padre amantísimo, compadécete también de nuestras lágrimas. Míralas, Señor, cómo sangre del alma dolorida, por la pérdida de aquel que fue deudo queridísimo, amigo fiel, cristiano fervoroso. ¡Míralas, Señor, como tributo sentido que te ofrecemos por su alma, para que la purifiques en tu sangre preciosísima y la lleves cuanto antes al cielo, si aún no te goza en él! ¡Míralas, Señor, para que nos des fortaleza, paciencia, conformidad con tu divino querer en esta tremenda prueba que tortura el alma! ¡Míralas, oh dulce, oh pidadosísimo Jesús! y por ellas concédenos que los que aquí en la tierra hemos vivido atados con los fortísimos lazos de cariño, y ahora lloramos la ausencia momentánea del ser querido, nos reunamos de nuevo junto a Ti en el Cielo, para vivir eternamente unidos en tu Corazón. Amén.
Fuentes: *Enciclopedia Católica de ACI, revistaecclesia.com, Catholic.net, Conoze.com, Devocionario.com

jueves, 23 de octubre de 2014

OCTUBRE, MES DEL ROSARIO


Pío XI (1937) dice que "el Rosario ocupa el primer puesto entre las devociones en honor de la Virgen y que sirve para progresar en la fe, la esperanza y la caridad".

El "Dios te salve María" ya se encontraba en el Misal Romano desde el año 650, como oración o antífona en la Misa del Cuarto Domingo de Adviento.

Desde el año 1100 al 1200 ya el rezo del "Dios te salve María" es muy frecuente en varios países y muchas personas que no pueden rezar los 150 salmos (o sea, el Salterio) tratan de reemplazarlos diciendo 150 veces esta oración mariana.
Ya en el año 1483 se ha extendido por muchos países la costumbre de añadir el "Santa María Madre de Dios", al "Dios te Salve María". Pero todavía no era costumbre general en ese tiempo rezar el Avemaría completa.

En el año 1569 el Papa Pío V prescribe y recomienda a todo el mundo el Rosario tal cual como se reza hoy: con sus Padrenuestros, Avemarías y Gloria.

Aunque Santo Domingo no es el inventor del Rosario, y aunque en tiempo de este santo todavía no se rezaba el Rosario completo como se reza ahora, lo cierto es que él y sus misioneros recomendaron mucho a las personas el repetirle frecuentemente a la Sma. Virgen el "Dios te salve María", y el pensar en los Misterios de la Vida, Pasión y Resurrección de Nuestro Señor.

En el año 1569, el Papa Pío V con una carta o Encíclica dirigida a todos los cristianos del mundo recomienda rezar el Rosario de la manera como se reza ahora. Con esto quedaba consagrada esta devoción como algo muy propio de los buenos católicos.

Desde que el Papa Pío V recomienda a todo el mundo el rezo del Santo Rosario, recordando que con esta oración se han obtenido grandes triunfos en la guerra contra los infieles, y que esta devoción ha demostrado tener gran eficacia para detener las herejías y conseguir conversiones, y que toda persona fervorosa lo debe rezar frecuentemente, la costumbre de rezar el Rosario se vuelve popularísima en todas las naciones y su popularidad va aumentando año por año. Diez Pontífices lo siguen recomendando, y muchísimos santos lo difunden por todas partes.

Desde 1878 hasta 1903 el Papa León Trece, gran sabio, se dedica a propagar más y más la devoción al Santo Rosario. Este Pontífice llamado "El Papa del Rosario" dedica 12 Encíclicas y 22 documentos menores a recomendar a los fieles el devoto rezo del Rosario. Y lo lama: "La más agradable de las oraciones", "Resumen del culto que se le debe tributar a la Virgen", "Una manera fácil de hacer recordare a las almas sencillas los Dogmas principales de la fe cristiana", "Un modo eficaz de curar el demasiado apego a lo terrenal, y "Un remedio para acostumbrarse a pensar en lo eterno que nos espera".
Pío XI (1937) dice que "el Rosario ocupa el primer puesto entre las devociones en honor de la Virgen y que sirve para progresar en la fe, la esperanza y la caridad".

En 1978 el Papa Juan Pablo II sorprendió al mundo, poco después de ser elegido Pontífice, con esta frase en la Plaza de San Pedro: "Mi oración preferida es el Rosario" (29 de octubre) y luego en muchísimas ocasiones fue recomendando esta hermosa práctica de piedad. Suyas son las siguientes exclamaciones: "El Rosario es una escalera para subir al cielo"(29 de octubre 1979) "El Rosario nos proporciona dos alas para elevarnos en la vida espiritual: la oración mental y la


oración vocal" (29 de abril 1979). "Es la oración más sencilla a la Virgen, pero la más llena de contenidos bíblicos"(21 de octubre 1979). Cuando fue en peregrinación al santuario de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, Juan Pablo II hizo allá un bellísimo sermón acerca del Rosario. En el dijo: "El Rosario es nuestra oración predilecta. Cuando la rezamos, está la Sma. Virgen rezando con nosotros. En el rosario hacemos lo que hacía María, meditamos en nuestro corazón los misterios de Cristo" (Lc. 2, 19).

LOS JOVENES CON LA VIRGEN DE VALME


LOS JOVENES CON LA VIRGEN DE VALME


Un año más los jóvenes de nuestra hermandad acudieron a la ofrenda a la Santísima Virgen de Valme en las visperas de su romería.

En este acto además de realizar una de las estaciones del Via-Lucis ofrecieron alimentos que fueron para su eparto entre los más necesitados.

viernes, 19 de septiembre de 2014

EN LA NATIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA


Domingo, 07 de septiembre de 2014
Queridos hermanos y hermanas: Comenzamos el curso pastoral 2014-2015 de la mano de la Santísima Virgen, cuya natividad celebraremos el próximo lunes y que coincide con las fiestas mayores de tantas ciudades y villas de nuestra Archidiócesis, en las que la Madre de Dios es honrada con los más diversos y hermosos títulos. No podíamos comenzar mejor nuestras actividades pastorales que bajo la protección de la Virgen.
La fiesta de la natividad de la Santísima Virgen es muy distinta de las fiestas de los santos. De ellos no celebramos su nacimiento, sino su muerte, su nacimiento para el cielo. La razón es que todo hombre o mujer que viene a este mundo nace lastrado por el pecado de origen. Por ello, la Iglesia sólo celebra el nacimiento del Señor; el de Juan el Bautista, santificado en el vientre de su madre en la visita de María a Isabel; y el nacimiento de la Virgen, concebida sin pecado.
Celebramos la natividad de María cuando nuestros agricultores han recogido el fruto de sus sudores, y cuando el tiempo, después de los rigores estivales, se torna más suave. Estas dos circunstancias nos ayudan a comprender dos aspectos que constituyen la entraña de esta fiesta: el inicio de la "plenitud de los tiempos" (Gál 4,4); y el alivio benéfico que aporta a la humanidad el nacimiento de María.
Con la natividad de Maria se inicia el Nuevo Testamento, los tiempos nuevos anunciados por los profetas, de los que nos hablan los textos litúrgicos de esta fiesta, coloreados por dos temas dominantes: la luz y la alegría. Efectivamente, como nos dicen los Padres de la Iglesia, María es el lucero que precede al Salvador, la aurora que disipa las tinieblas de la noche y que nos entrega a Cristo, luz del mundo, la luz que recibimos el día de nuestro bautismo y que estamos llamados a poner sobre el candelero para que a todos nos alumbre. En los últimos años, ha crecido loablemente en la Iglesia la sensibilidad ante la pobreza y los sufrimientos de nuestros hermanos, pero probablemente ha decrecido el número de cristianos que dedican sus energías a combatir la mayor de las pobrezas, la de tantos huérfanos de filiación que no saben que tienen un Padre bueno que les ama entrañablemente y que, en consecuencia, viven en el pozo sin fondo del consumismo materialista, que no sacia las ansias de felicidad del corazón humano.
Queridos hermanos y hermanas: no ocultéis la luz de vuestra fe debajo del celemín por miedo, por pusilanimidad o por intereses humanos poco confesables. Anunciad a Jesucristo con valentía, con audacia y sin complejos. Que la Santísima Virgen, aurora que precede al Salvador, nos ayude a todos a ser portadores de luz, lámparas vivientes en nuestras obras, en nuestras vidas, en nuestras profesiones y en nuestra familia.
Los textos de la liturgia de esta fiesta insisten también en la alegría. En las últimas décadas es evidente el oscurecimiento de la esperanza y la alegría en Occidente como consecuencia del fracaso de las grandes utopías que prometían la felicidad, y como fruto también de la secularización de la sociedad, pues como afirmara Benedicto XVI, “el hombre necesita a Dios; de lo contrario queda sin esperanza” (SS 23). Tampoco los cristianos estamos sobrados de alegría y esperanza, algo que es más notorio en esta hora difícil, cuando sentimos con tanta intensidad el peso del laicismo militante, el peso y la angustia de una cultura pagana, que proclama sus dogmas con tanta agresividad, seguridad y arrogancia. En este contexto, al que se suma también la crisis económica y el sufrimiento de tantos hermanos nuestros, podría parecer que el derrotismo, la tristeza y la añoranza de otros tiempos es la actitud más realista y coherente.
La fiesta de la natividad de María nos invita a vivir la virtud de la esperanza, una esperanza penetrada de optimismo sobrenatural y de confianza en las promesas de Dios, que guía indefectiblemente a su Iglesia y que de los males saca bienes. La fiesta del nacimiento de la Virgen, la cantora de Dios, la mujer que se alegra en Dios su salvador porque ha hecho maravillas, nos invita a vivir la alegría sobrenatural, que es don del Espíritu y que se fragua en la oración serena, en la experiencia profunda de Dios y en el encuentro diario con Él. Es la alegría de los pastores que después de encontrarse con el Señor vuelven a Belén muy alegres alabando a Dios; es la alegría de los magos, que retornan a su país muy contentos; la alegría de Zaqueo o de la samaritana refiriendo a sus paisanos su encuentro con el Señor. El mundo de hoy necesita más que nunca del testimonio cotidiano de almas sencillas, que comuniquen a los hombres la alegría de la salvación, la alegría de sentirnos amados por Dios nuestro Padre.
Deseándoos una feliz celebración de la natividad de María, recibid mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla

EVANGELIO DEL DOMINGO 21 DE SEPTIEMBRE


Vigésimo quinto Domingo del tiempo ordinario



Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16.
Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros.
porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'.
Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».

jueves, 4 de septiembre de 2014

REFLEXION DEL PAPA FRANCISCO


Lo ordinario es lo más común, lo regular, lo que sucede habitualmente. Así es y así discurre la mayor parte del tiempo de nuestra vida, en ese rutinario y monótono día a día, que a veces hasta se nos hace mecánico y del que tantas veces sentimos la tentación de huir y escapar. En cambio, así de habitual, regular y común es también la acción de Dios en nuestra vida. Piensa que tu día a día es también el día a día de Dios, que tu vida ordinaria es también la vida ordinaria de Dios. Porque es ahí donde Dios se te da y es de esa manera, tan común y tan simple en sus formas, como Dios te va dando a conocer su voluntad.
Una llamada inesperada, un imprevisto, una conversación, el madrugón para ir al trabajo, el atasco correspondiente o el autobús que se me escapa, ese que se cuela en la cola del cajero cuando más prisa tengo, son ocasiones preciosas para un ofrecimiento o un momento de oración, un acto de amor o de acción de gracias, un acto de fe en Dios, una pequeña renuncia o mortificación. Tendemos naturalmente a buscar esa irresistible fascinación de lo espectacular y aparatoso, de lo extraordinario y fuera de lo común, haciendo del milagro o de la lotería casi un ideal. Nada más ajeno al estilo del Evangelio. Piensa que la encarnación es un Dios que se hace carne de niño, que la redención se realiza en el aparente y estrepitoso fracaso de una cruz o que el gran prodigio de la Eucaristía gravita sobre un poco de pan y un poco de vino.
Tu santidad será más real cuanto más crezca hundida y escondida, como grano fecundo, en la tierra árida y dura de tu vida cotidiana. Ahí estás llamado a impregnar todas las cosas, personas y circunstancias de una profunda visión de fe, capaz de atisbar en todo y en todos ese susurro de cielo que es Dios presente en tu vida. Descubre y renueva el valor de ese pequeño día a día de tu vida que resultará tanto más extraordinario cuanto más sepas llenarlo de Dios.
Papa Francisco.

ORACIÓN POR LA PAZ


jueves, 24 de julio de 2014

SANTA ANA

SANTIAGO APOSTOL

Datos de los Evangelios

Hijo de Zebedeo y, posiblemente, de Salomé. Era hermano de Juan el Apóstol. Su maestro Jesús les puso el sobrenombre de «boanergués», que significa «hijos del trueno» (Marcos 3:17). Fue uno de los primeros que recibieron la llamada de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano. Fue testigo presencial privilegiado de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:21-43) y fue uno de los discípulos más apreciados por Jesucristo, de tal manera que estuvo presente en dos de los momentos más importantes de su ministerio -la Transfiguración en el monte Tabor (Lucas 9) y la oración en el Huerto de los Olivos- junto a Simón Pedro y a su hermano Juan. También formó parte del grupo restringido de discípulos que fueron testigos del último signo realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa (Juan 21:1-8). Los Hechos de los Apóstoles registra su presencia en el Cenáculo en espera orante de la venida del Espíritu Santo:
"Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que dista poco de Jerusalén, el especio de un camino sabático. Y cuando llegaron, subieron a la estancia superior, donde vivían. Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos."
Hechos 1, 12-14


Evangelización en Hispania

Según una tradición medieval, tras el Pentecostés (hacia 33 d. C.), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania (actuales España y Portugal). Según unos relatos, su prédica habría comenzado en la Gallaecia, a la que habría llegado tras pasar las Columnas de Hércules, bordeado la Bética y la deshabitada costa de Portugal; otras tradiciones afirman su llegada a Tarraco y su viaje por el valle del Ebro, hasta entroncar con la vía romana que recorría las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y terminaba en la actual La Coruña. Una tercera versión postula su llegada a Carthago Nova (actual Cartagena, por el barrio de Santa Lucía), de donde partiría hacia el norte. Esta tradición hace de Santiago el santo patrón protector de España.

En cualquier caso, la tradición de la evangelización por el Apóstol Santiago indica que éste hizo algunos discípulos, y siete de ellos fueron los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Para ello fueron a Roma y fueron ordenados obispos por San Pedro. Son los siete Varones apostólicos. La tradición de los Varones Apostólicos los sitúa junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar.
De acuerdo a la tradición cristiana, hacia el año 40 la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta. María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —mucho antes de su asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe en la vera del Ebro.

Desde hace siglos la propia Iglesia Católica reconoce que hay muy pocas probabilidades de que Santiago estuviera en en la Península Ibérica. A pesar de todo, el gran arraigo de este santo en España, de la que es patrón, ha evitado que las cosas se aclararan. El propio Vaticano en el siglo XVII trató de frenar de alguna forma el culto en España, a lo que el rey Felipe IV, gran devoto del santo, se opuso en rotundo amenazando con separar la Iglesia española de Roma. Ante la amenaza el Vaticano siguió permitiendo la versión legendaria de que Santiago predicó en España, visión que cae por su propio peso cuando sabemos que San Pablo quiso venir a predicar a la Península Ibérica por ser un territorio virgen y por tanto nunca evangelizado, lo que demuestra que Santiago nunca pisó España, ya que si lu hubiera hecho, tendría que haber sido antes que San Pablo.


Martirio en Jerusalén

Fuera de los Evangelios, sólo aparece nombrado en los Hechos de los Apóstoles (Hc 12, 2), cuando, tras una prédica, es martirizado en Jerusalén (es uno de los primeros mártires cristianos) hacia el año 43, muerto a filo de espada por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea.

Por aquel tiempo, el rey Herodes comenzó a perseguir a algunos de la iglesia. Ordenó matar a filo de espada a Santiago, el hermano de Juan; y como vio que esto había agradado a los judíos, hizo arrestar también a Pedro.
Hechos 12:1-3
El rey propició el arresto de algunos miembros de la iglesia para matarlos. Este relato parece contradecir la prédica de Santiago en Hispania. Además, en esos años (33-36), los cristianos se habían dispersado de Judea hasta Fenicia, Chipre y Antioquía.

La tradición que sitúa a Santiago el Mayor en Jerusalén, poco antes de su martirio, la recogen diversos apócrifos neotestamentarios (El libro de la Dormición de María, etc.), todos ellos anteriores al "descubrimiento" de la Tumba del Apóstol. Según estos relatos, cuando María ve cerca su muerte, recibe la visita de Jesucristo resucitado. Ella le pide estar rodeada por los apóstoles en el día de su muerte, pero todos ellos están dispersos por el mundo. Jesucristo le concede su deseo y permite que sea la misma María, por medio de aparición milagrosa, quien avise a sus discípulos. La aparición de María a Santiago se habría producido sobre un pilar en Caesaraugusta (actual Zaragoza), columna que se sigue venerando en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en la capital aragonesa.

Santiago habría hecho todo el viaje de vuelta desde España hasta Jerusalén para encontrar a la Virgen (ya que ella seguía viva allí, en la capital de Judea) antes de su dormición, hallando la muerte ante Herodes Agripa en el martirio. La leyenda se cierra con que sus discípulos habrían llevado su cuerpo (conservado de alguna manera) por el mar Mediterráneo en una mítica embarcación de piedra y habrían costeado el Atlántico nuevamente hasta Galicia, donde lo habrían enterrado justamente en Iria Flavia, donde el obispo Teodomiro lo halló en el siglo IX.


La Tumba del Apostol

Alrededor del año 813, en tiempos del Rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces merodeando sobre un monte deshabitado. Hallaron una tumba donde se encontraba un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. El rey Alfonso ordenó construir una iglesia encima del cementerio (compositum), origen de la Catedral de Santiago de Compostela («Santo Jacob del compositum»). Otros sostienen que la palabra Compostela proviene de campus stellae: «campo de las estrellas», debido a las luces que bailoteaban sobre el cementerio (véase fuego fatuo).

En el mes de mayo de 1589, Francis Drake amenazó Compostela después de desembarcar en La Coruña. El Arzobispo, Juan de San Clemente, acordó con el Cabildo de la Catedral ocultar cuanto de importante había en ella. Por ello, los restos fueron depositados en un escondrijo dentro del ábside de la capilla mayor, detrás del altar. Tales restos fueron encontrados a treinta metros de profundidad respecto del suelo en las excavaciones realizadas en la Catedral en 1878 y 1879 por Antonio López Ferreiro.
En tales excavaciones, se pudo encontrar, entre los restos de un mausoleo romano, una inscripción sepulcral en griego, Athanasios martyr y los restos de tres personas distintas: dos de edad media y una en el último tercio de vida, lo que llevó a identificarlos con los tradicionales Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro. No obstante, el Papa León XIII nombró una Congregación extraordinaria para el estudio de estos restos. Los documentos enviados a Roma, sin embargo, no le satisficieron, enviando a Monseñor Agostino Caprara, Promotor de la Fe en el proceso, a Santiago para que examine sobre el terreno los restos y tome declaración a quienes intervinieron. Caprara, no obstante, mandó analizar primero el presunto resto de Santiago venerado en Pistoia, tarea que estuvo a cargo del Doctor Chiapelli, quien doctaminó que se trataba de una apófisis mastoidea derecha con restos de sangre coagulada, pieza que habría sido separada a consecuencia de una decapitación.
El 8 de junio de 1884 llega a Santiago, y en el examen se constata que uno de los tres cráneos carece de apófisis mastoidea derecha. La resolución de la Congregación fue publicada el 25 de julio del mismo año, festividad de Santiago. León XIII publicó el 1 de noviembre del mismo año la Bula Deus Omnipotens, donde hacía un repaso a la Historia del Santuario y llamaba a emprender nuevas peregrinaciones a Santiago.6
Sin embargo, quedaba por constatar la datación cronológica de los restos, lo que llevó a mediados del siglo XX a voces críticas. Así, Claudio Sánchez Albornoz:
...pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.

C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71.
Por una parte, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de una necrópolis dolménica y luego de un cementerio utilizado en época romana y sueva. Estos descubrimientos sólo prueban que Compostela era una necrópolis precristiana, pero no soluciona nada con respecto a la tumba de Santiago, cuyos restos podrían pertenecer bien al mismo apóstol (el tráfico de reliquias comenzaba a desarrollarse en ese periodo), bien a cualquier otro mártir cristiano. Incluso algunos proponen que se trate de los restos del mismísimo Prisciliano. En 1955 se encontró, en las proximidades de la tumba, la cubierta sepulcral de Teodomiro, lo que confirma que quiso enterrarse en el lugar de su propio hallazgo[3].
En 1988, dos académicos de la Real Academia de la Historia avanzan en los descubrimientos: el filólogo Isidoro Millán González-Pardo halla la inscripción martyr y una referencia a Atanasio en una piedra datada a finales del s. I o principios del s. II, mientras que arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro confirma los restos del Apóstol.

Los descubrimientos más recientes proceden de un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Metafísica de la Universidad de Navarra, publicado el 24 de junio de 2011, en el ámbito de la clausura de la Cátedra Camino de Santiago, sobre la base de los estudios realizados en 1988 y de reproducciones de la tumba, por no tener acceso físico a la misma,7 hallando la inscripción Jacob (Santiago, en hebro), con simbología propia de la estética del cementerio judeocristiano de Israel del s. I. Una de las inscripciones contiene referencias a la fiesta judía del Shavu'ot con representación de panes rituales. Esta fiesta, de la que se tiene conocimiento por el Levítico, se considera desapareció en torno al 70 d. C., con motivo de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos, lo que permitiría ubicar cronológicamente la tumba. Estos datos permiten rechazar cualquier atribución de los restos a Prisciliano.
Dicho estudio continúa actualmente, pues faltan aún las aportaciones que pueda realizar la propia Universidad de Santiago y el Cabildo de la Catedral.8
La configuración actual de la cripta bajo el altar procede de las excavaciones realizadas a finales del siglo XIX. Los restos fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro.

viernes, 18 de julio de 2014

EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según San Mateo 12,1-8. 
Jesús atravesaba unos sembrados y era un día sábado. Como sus discípulos sintieron hambre, comenzaron a arrancar y a comer las espigas. 
Al ver esto, los fariseos le dijeron: "Mira que tus discípulos hacen lo que no está permitido en sábado". 
Pero él les respondió: "¿No han leído lo que hizo David, cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, 
cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la ofrenda, que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes? 
¿Y no han leído también en la Ley, que los sacerdotes, en el Templo, violan el descanso del sábado, sin incurrir en falta? 
Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. 
Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. 
Porque el Hijo del hombre es dueño del sábado". 

jueves, 17 de julio de 2014

EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según San Mateo 11,28-30. 
Jesús tomó la palabra y dijo: 
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. 
Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. 
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. 

miércoles, 16 de julio de 2014

EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según San Mateo 11,25-27. 
Jesús dijo: 
"Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. 
Sí, Padre, porque así lo has querido. 
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar."

martes, 15 de julio de 2014

EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según San Mateo 11,20-24. 
Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. 
"¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. 
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. 
Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. 
Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú". 

martes, 13 de mayo de 2014

El lagado de San Juan Pablo II aun guardia suizo: "Si nos dejamos cuidar por dios, el cielo es el límite".

WASHINGTON D.C., 01 May. 14 / 12:29 am (ACI).- Andreas Widmer dedicó dos años de su vida a cuidar de San Juan Pablo II como integrante de la Guardia Suiza Pontificia y asegura que el nuevo santo le dejó gran lección: “si nos dejamos cuidar por Dios, el cielo es el límite”. En declaraciones a CNA, agencia del Grupo ACI, Andreas Widmer dijo que “la mejor prueba de eso es que fue la persona más plenamente humana que he conocido” y que pese a ser el Papa, Juan Pablo II fue un “hombre normal”. Widmer dijo que con él “podías pasarlo muy bien” y esta normalidad refleja la importancia de Juan Pablo II en que todas las personas se sientan llamadas a la santidad. “Siempre decía que todos conocemos a los santos” y que “Dios nos hace ser santos y querer ser santos, entonces realmente deberíamos intentarlo”, indicó. Widmer fue miembro de la Guardia Suiza Pontificia de 1986 a 1988. Actualmente es director de los programas de emprendimiento de la Universidad Católica de Estados Unidos. Cuando comenzó sus funciones en la Guardia Suiza, Widmer no tenía ningún interés en particular con respecto a su jefe aparte de ser “el hombre que estábamos protegiendo”. “No tenían ninguna inclinación especial hacia él”, explicó. “Me acercaba a él como a cualquier otra persona. No tenía ningún prejuicio a favor o en su contra”. Sin embargo, con el paso del tiempo Widmer acrecentó su fe y comprendió mejor el Ministerio Petrino, siendo testigo de la huella que Juan Pablo II estaba dejando en el mundo. Aunque nunca viajó con el Papa, Widmer pudo ver los efectos de los viajes de Juan Pablo II a 129 países durante su largo pontificado, cifra que superó a todos los viajes de los anteriores papas. Esos viajes fueron un testimonio de “evangelización en el verdadero sentido de la palabra: llevar a Cristo al mundo”. También fueron resultado de una decisión práctica: “es más fácil llevar a Cristo allá” que traer millones de peregrinos al Vaticano. Widmer considera que con sus viajes el Papa “se hizo alcanzable” y “redefinió su Pontificado” en términos de accesibilidad. Un siglo antes, explicó Widmer, la mayoría de las personas no podían reconocer al Papa en fotografías. “Ahora sí es posible”, afirmó. “Esto es un aporte no menor de sus viajes”. Widmer indicó que el Papa Juan Pablo II aprendió mucho de sus viajes. “Él supo cómo infundir la fuerza moral en sus viajes”. “A menudo, los gobiernos querían utilizarlo como sello de aprobación, pero él iba y provocaba lo contrario”, explicó el ex miembro de la Guardia Suiza. “Él se aseguraba de escoger lugares en los que buscaba denunciar y decir cosas realmente difíciles”, estableciendo afirmaciones morales basadas en las enseñanzas de la Iglesia en vez de cooperar con los intereses políticos de los países. El Papa Juan Pablo II visitó numerosos países que estaban bajo el régimen soviético, incluyendo su Polonia natal. En la elección de los lugares para visitar e interactuar con los líderes soviéticos, el Papa “era astuto” pero también “sinceramente agradable”. Widmer añadió que “es muy difícil luchar” contra una persona verdaderamente amable. El amor y apoyo del Papa “a la persona humana”, incluyendo a los líderes comunistas, hacía difícil para los funcionarios de gobiernos soviéticos el no querer trabajar con el pontífice. “El Papa no peleaba con ellos porque los odiaba o les desagradaba. No peleaba contra el comunismo, él peleaba por algo, no en contra de algo. Él peleaba por la verdad y la dignidad del ser humano”. Asimismo, Widmer afirmó que cuando el Papa trabajó con líderes políticos occidentales en la transformación de algunos países del este de Europa, ellos tenían “razones divergentes en lo que hacían”, y trabajaban para objetivos diferentes. “Mientras que líderes como el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, trabajaban para terminar con el comunismo, el Papa Juan Pablo II tenía un objetivo más grande. En cuanto a los propósitos del Papa, Widmer aseguró que “es demasiado simplista decir que luchó contra el comunismo porque no fue así: él peleó en contra del ateísmo y el consumismo”. El Papa Juan Pablo II acentuó su papado por un fuerte sentido de misión, dijo Widmer, en parte por el intento de asesinato que sufrió en 1981. Sobrevivir a un atentado de esas características es “sin duda un milagro” y el Papa “se dio cuenta de eso y supo que tenía una misión que cumplir”. “Él sabía que iba a conducir a la Iglesia al nuevo milenio”.

lunes, 12 de mayo de 2014

TEMA DE REFLEXION PARA EL MES DE MAYO

Bienaventuranzas. - Plenitud de la vida cristiana. El Señor anunció esta nueva vida de las bienaventuranzas a todos los hombres. Entre la multitud de sus oyentes del Sermón de la Montaña había personas que apenas le conocían; otros, eran ya verdaderos discípulos que le habían escuchado en diferentes ocasiones; y estaban también sentados, oyendo sus palabras aquellos que iba a escoger, poco después, como Apóstoles: los Doce. No podemos pensar –por tanto- que el ideal que Jesucristo nos propone sea una vida tan exigente que esté reservada solamente a unos cuantos “elegidos”. La vida de la Gracia, el Espíritu Santo actuando en y con nosotros, que ya sabemos en qué consiste, está injertada en la vida natural del hombre, y el injertarse no se convierte ni en una carga ni en una limitación. La vida de la Gracia origina el desarrollo de la riqueza recibida en la naturaleza humana, enriquecida por el injerto de la participación en la naturaleza divina. La naturaleza del hombre crecía preparada para recibir el injerto, y no podría llegar a la culminación de su desarrollo sin la nueva savia. La vida de las bienaventuranzas es la manifestación de que el injerto ha sido eficaz, de que ha producido fruto, que ya vivimos “por Cristo, en Cristo y con Cristo”. Y la Gracia la recibimos todos los bautizados Las palabras del mismo Cristo después de enunciar las bienaventuranzas abren otros horizontes para la comprensión de las modalidades de esa nueva vida, de la que Él se nos va a presentar como ejemplo vivo. La vida que se expresa en las bienaventuranzas manifiesta que el hombre se ha convertido en hombre cristiano, en testimonio de Cristo. "Vosotros sois la sal de la tierra". "Vosotros sois la luz de mundo", dice el Señor a sus discípulos. Y añade: "Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres" (Mt 5, 13). ¿Subraya sencillamente el Señor la importancia de su seguimiento; la importancia de que la nueva vida en Él eche raíces en el espíritu de sus discípulos? La perspectiva que Cristo quiere abrir en la mente y en el corazón de los hombres se amplía todavía más si leemos las palabras que pronuncia a continuación: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 14-16). Jesucristo ha afirmado de sí mismo que "mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo" (Jn 9, 5). En realidad, Cristo está siempre en el mundo; por tanto, no deja nunca de ser “luz del mundo”. Una vez ascendido al cielo, sigue estando en la tierra, en la Eucaristía, y en todos los Sacramentos, y asocia a sus discípulos, transformados por la vida de las bienaventuranzas, a su misión de desterrar las tinieblas de la tierra. Y lo hace, convirtiéndolos también en luz del mundo. ¿Cómo? Él sigue viviendo en los discípulos, -en nosotros-, por la acción de la gracia de los sacramentos. Esa gracia mueve a los discípulos a llevar a cabo todas sus acciones en la tierra: piedad, trabajo, vida de familia, relaciones sociales, políticas, culturales, etc., con Cristo, por Cristo, en Cristo, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas. Ese deseo del Señor de asociarnos a su misión, nos permite afirmar que Dios cuenta con nosotros, que ha "querido tener necesidad del hombre", para que su sal no falte jamás en la tierra, para que su luz no se difumine ni se apague en el mundo; para que nosotros tengamos el gozo de transmitir su luz. Sólo si la vida de las bienaventuranzas se convierte en la vida del cristiano, o mejor, solamente si el cristiano se convierte a la vida de las bienaventuranzas, podrá ser realidad en la persona de cada cristiano la audaz afirmación de san Pablo: "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". Cada una de las bienaventuranzas es fruto de la Gracia y de la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente. Vivir la vida de las bienaventuranzas es la consecuencia de un crecimiento de la acción conjunta de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad. De manera semejante, podemos también señalar que todos los Dones del Espíritu Santo influyen en cada acción del cristiano, fortificando y enriqueciendo la Fe, la Esperanza y la Caridad, y hacen posible vivir las bienaventuranzas. * * * * * * Cuestionario ________________________________________ 1.-¿Soy consciente de que, también en mi debilidad y fragilidad, Cristo quiere que trasmita su luz a toda las personas que conozco y trato? 2.-¿Pido cada día al Espíritu Santo que me aumente la Fe, la Esperanza, la Caridad? 3.-¿Rezo para que todos en la Iglesia, como nos pide el Papa, seamos anunciadores de la Encarnación de Jesucristo?

martes, 8 de abril de 2014

martes, 25 de marzo de 2014

LA CUARESMA, TIEMPO DE AYUNO Y SOLIDARIDAD



CARTA DEL ARZOBISPO DE SEVILLA, MONS. JUAN JOSE ASENJO PELEGRINA

Domingo, 09 de marzo de 2014


Queridos hermanos y hermanas: El pasado miércoles, con la bendición de la ceniza, comenzábamos el tiempo santo de Cuaresma, tiempo de gracia y salvación, en el que todos estamos invitados a convertirnos por el camino de las prácticas penitenciales, el silencio y el desierto, la oración más intensa, la limosna y el ayuno, del que el mejor paradigma y modelo es el Señor, que ayuna en el desierto durante cuarenta días y cuarenta noches (Mat 4,2).



Hemos de reconocer que el ayuno como práctica penitencial no está hoy en su mejor momento. Por ello, dedico esta carta semanal a reflexionar sobre el valor cristiano del ayuno y comienzo preguntándome qué sentido tiene para nosotros los cristianos privarnos de algo que en sí mismo es bueno para nuestro sustento. La Sagrada Escritura y la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y un medio para recuperar la amistad con el Señor. Por ello, la Palabra de Dios nos invita muchas veces a ayunar. Jesús nos da ejemplo ayunando en el desierto y rechazando el alimento ofrecido por el diablo. La práctica del ayuno está también muy presente en la primera comunidad cristiana y los Padres de la Iglesia hablan de la fuerza del ayuno, capaz de frenar el pecado, reprimir los deseos del "viejo Adán" y abrir en nuestro corazón el camino hacia Dios.

En nuestros días, la práctica del ayuno ha perdido relevancia desde la perspectiva ascética y espiritual. En muchos ambientes cristianos ha llegado incluso a desaparecer, incluso el ayuno y la abstinencia prescritos por la Iglesia en Cuaresma. Al mismo tiempo, ha ido acreditándose como una medida terapéutica conveniente para el cuidado del propio cuerpo y como fuente de salud. Siendo esto cierto a juicio de los expertos, para nosotros los cristianos el ayuno es una "terapia" para curar todo lo que nos impide conformarnos con la voluntad de Dios. El ayuno nos ayuda a no vivir para nosotros mismos, sino para Aquél que nos amó y se entregó por nosotros y a vivir también para nuestros hermanos.

La Cuaresma que hemos iniciado hace cuatro días nos depara la oportunidad de recuperar el auténtico significado de esta antigua práctica penitencial, que nos ayuda a mortificar nuestro egoísmo, a romper con los apegos que nos separan de Dios, a controlar nuestros apetitos desordenados y a ser más receptivos a la gracia de Dios. El ayuno contribuye a afianzar nuestra conversión al Señor y a nuestros hermanos, a entregarnos totalmente a Dios y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio. El ayuno nos ayuda además a crecer en intimidad con el Señor. Así lo reconoce San Agustín en su pequeño tratado sobre “La utilidad del ayuno” cuando afirma: "Yo sufro, es verdad, para que Él me perdone; yo me castigo para que Él me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura". La privación voluntaria del alimento material nos dispone interiormente para escuchar a Cristo y alimentarnos de su palabra de salvación. Con el ayuno y la oración más constante y dilatada en estos días de Cuaresma, el Señor sacia cumplidamente los anhelos más profundos del corazón humano, el hambre y la sed de Dios.

La práctica voluntaria del ayuno nos permite también caer en la cuenta de la tristísima situación en que viven muchos hermanos nuestros, casi un tercio de la humanidad, que se ven forzados a ayunar como consecuencia de la injusta distribución de los bienes de la tierra y de la insolidaridad de los países desarrollados. Desde la experiencia ascética del ayuno, y por amor a Dios, hemos de inclinarnos como el Buen Samaritano sobre los hermanos que padecen hambre, para compartir con ellos nuestros bienes. Y no sólo aquellos que nos sobran, sino también aquellos que estimamos necesarios, porque si el amor no nos duele es un amor engañoso. Con ello demostraremos que nuestros hermanos necesitados no nos son extraños, sino alguien que nos pertenece.

En la antigüedad cristiana se daba a los pobres el producto del ayuno. En la coyuntura social que estamos viviendo como consecuencia de la crisis económica, hemos de redescubrir y promover esta práctica penitencial de la primitiva Iglesia. Por ello, pido a las comunidades cristianas de la Diócesis, a los sacerdotes, consagrados, diáconos, seminaristas y laicos que, junto a las prácticas cuaresmales tradicionales, la oración, la escucha de la palabra de Dios, la mortificación y la limosna, intensifiquen el ayuno personal y comunitario, destinando a los pobres, a través de nuestra Caritas, aquellas cantidades que gracias al ayuno se puedan recoger.

Que la Santísima Virgen sostenga a toda la comunidad diocesana en el empeño de liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado, nos aliente en nuestra conversión al Señor y nos conceda una Cuaresma fructuosa y santa.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

martes, 25 de febrero de 2014

Monseñor Asenjo dedica una de sus cartas al sentido de las Hermandades




Carta semanal del 4 de noviembre de 2013


El Arzobispo de Sevilla, Monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, ha hecho pública su carta semanal. La ha dedicado especialmente a las Hermandades, a los Hermanos Mayores, componentes de las Juntas de Gobierno y Directores Espirituales con respecto a los problemas actuales de la sociedad.


Queridos hermanos y hermanas: Dirijo esta carta semanal muy especialmente a los miembros de las Hermandades de la Archidiócesis, a los que manifiesto mi aprecio y afecto, con la conciencia de que estas instituciones brindan a los pastores de la Iglesia un ingente potencial religioso y evangelizador, pues son para muchos de sus miembros, lo mismo que la Iglesia, sacramento de Jesucristo, es decir, camino, medio e instrumento para el encuentro con Dios.

En este sentido, suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco en su encuentro con las Hermandades de todo el mundo el pasado 5 de mayo: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo”.

Evocando mis encuentros con las Hermandades en sus cultos o en mi casa, quiero subrayar una vez más a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y Directores Espirituales, la esencial dimensión religiosa de estas corporaciones. En el comienzo del curso pastoral, quiero pedirles también que custodien con mimo sus mejores esencias, entre ellas la comunión con la Archidiócesis y la parroquia. Les pido además que mantengan con claridad y sin equívocos su clara identidad religiosa y que no consientan que la dimensión social o cultural, de suyo relativa y secundaria, prevalezca sobre lo que debe constituir el corazón de estas instituciones, que son, ante todo, asociaciones públicas de fieles con una finalidad muy clara, el culto, la santificación de sus miembros, el apostolado y el ejercicio de las obras de caridad. Os recuerdo la frase feliz del Papa Benedicto XVI en su encuentro con las Hermandades de Italia en el año 2006: “Las Hermandades son escuelas de vida cristiana y talleres de santidad”.

Defender todo esto es servir a la verdad más auténtica y profunda de las Hermandades, mientras que permitir que estos valores se desvirtúen, es abrir la compuerta a la secularización interna, un mal fatal que todos hemos de tratar de conjurar. De poco servirían, queridos cofrades, vuestros cultos esplendorosos y la belleza de vuestras procesiones, si en vuestra vida asociativa la primera preocupación no es vuestra santificación, el amor a Jesucristo y a su santa Iglesia, la comunión fraterna, la unidad en el seno de la Hermandad y la comunión con los pobres. Estaríamos ante un enorme tinglado de cartón piedra, detrás del cual sólo existe el vacío.

Quiero insistir especialmente en esta carta en la importancia de la formación cofrade. Sólo se ama aquello
que bien se conoce. Sólo podremos vivir con hondura nuestra vocación cristiana si conocemos el misterio y la persona de Jesucristo y las verdades capitales de la fe y de la moral cristianas. Os recuerdo el texto bien conocido del apóstol San Pedro, en el que pide a los cristianos, que viven en un mundo pagano y hostil, que "estén siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se la pidiere" (1 Ped 3,15). El mundo de hoy guarda muchas analogías con aquel al que debieron enfrentarse los primeros evangelizadores. En esta coyuntura se hace más necesaria que nunca la formación doctrinal sólida en las verdades de la fe. Con ella, junto con una intensa vida de oración y un esfuerzo sincero por ser santos, seremos capaces de vivir nuestra condición y misión de católicos en un mundo cada vez más refractario al Evangelio.

Para dar razón de nuestra esperanza, necesitamos primero conocerla y estar convencidos de ella. Ciertamente la fe es un don gratuito que hemos recibido de Dios, pero esto no significa que haya de ser irracional y ciega. Debe ser una fe ilustrada y formada.

Desde hace décadas la cultura europea se está deslizando hacia una especie de apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente, que vive como si Dios no existiera. Por ello, la Iglesia, hoy más que nunca, tiene el deber de anunciar al mundo que Jesucristo es su esperanza. En esta tarea, el apostolado de los laicos es insustituible. Su testimonio de fe es particularmente elocuente y eficaz, porque se da en la realidad diaria y en los ámbitos a los que un sacerdote no puede acceder o accede con dificultad. Un caso típico es la política, el mundo de la economía y del trabajo y la entera vida pública (CFL 42), ámbitos en los que los laicos deben dar un testimonio valiente de los valores cristianos.

En las manos de los responsables de las Hermandades y Cofradías de la Archidiócesis y, muy especialmente de los Hermanos Mayores, Directores espirituales y Diputados de formación está aprovechar los muchos subsidios con que hoy contamos, especialmente el Itinerario de Formación Cristiana para Adultos, que ha publicado la Conferencia Episcopal Española. A ellos les incumbe organizar encuentros periódicos, charlas, conferencias o círculos de estudio para profundizar en los misterios de nuestra fe.

A todos os deseo un curso cofrade verdaderamente fecundo y santificador. Para vosotros y vuestras familias, y para mis lectores de cada domingo, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

lunes, 17 de febrero de 2014

miércoles, 15 de enero de 2014