martes, 13 de mayo de 2014

El lagado de San Juan Pablo II aun guardia suizo: "Si nos dejamos cuidar por dios, el cielo es el límite".

WASHINGTON D.C., 01 May. 14 / 12:29 am (ACI).- Andreas Widmer dedicó dos años de su vida a cuidar de San Juan Pablo II como integrante de la Guardia Suiza Pontificia y asegura que el nuevo santo le dejó gran lección: “si nos dejamos cuidar por Dios, el cielo es el límite”. En declaraciones a CNA, agencia del Grupo ACI, Andreas Widmer dijo que “la mejor prueba de eso es que fue la persona más plenamente humana que he conocido” y que pese a ser el Papa, Juan Pablo II fue un “hombre normal”. Widmer dijo que con él “podías pasarlo muy bien” y esta normalidad refleja la importancia de Juan Pablo II en que todas las personas se sientan llamadas a la santidad. “Siempre decía que todos conocemos a los santos” y que “Dios nos hace ser santos y querer ser santos, entonces realmente deberíamos intentarlo”, indicó. Widmer fue miembro de la Guardia Suiza Pontificia de 1986 a 1988. Actualmente es director de los programas de emprendimiento de la Universidad Católica de Estados Unidos. Cuando comenzó sus funciones en la Guardia Suiza, Widmer no tenía ningún interés en particular con respecto a su jefe aparte de ser “el hombre que estábamos protegiendo”. “No tenían ninguna inclinación especial hacia él”, explicó. “Me acercaba a él como a cualquier otra persona. No tenía ningún prejuicio a favor o en su contra”. Sin embargo, con el paso del tiempo Widmer acrecentó su fe y comprendió mejor el Ministerio Petrino, siendo testigo de la huella que Juan Pablo II estaba dejando en el mundo. Aunque nunca viajó con el Papa, Widmer pudo ver los efectos de los viajes de Juan Pablo II a 129 países durante su largo pontificado, cifra que superó a todos los viajes de los anteriores papas. Esos viajes fueron un testimonio de “evangelización en el verdadero sentido de la palabra: llevar a Cristo al mundo”. También fueron resultado de una decisión práctica: “es más fácil llevar a Cristo allá” que traer millones de peregrinos al Vaticano. Widmer considera que con sus viajes el Papa “se hizo alcanzable” y “redefinió su Pontificado” en términos de accesibilidad. Un siglo antes, explicó Widmer, la mayoría de las personas no podían reconocer al Papa en fotografías. “Ahora sí es posible”, afirmó. “Esto es un aporte no menor de sus viajes”. Widmer indicó que el Papa Juan Pablo II aprendió mucho de sus viajes. “Él supo cómo infundir la fuerza moral en sus viajes”. “A menudo, los gobiernos querían utilizarlo como sello de aprobación, pero él iba y provocaba lo contrario”, explicó el ex miembro de la Guardia Suiza. “Él se aseguraba de escoger lugares en los que buscaba denunciar y decir cosas realmente difíciles”, estableciendo afirmaciones morales basadas en las enseñanzas de la Iglesia en vez de cooperar con los intereses políticos de los países. El Papa Juan Pablo II visitó numerosos países que estaban bajo el régimen soviético, incluyendo su Polonia natal. En la elección de los lugares para visitar e interactuar con los líderes soviéticos, el Papa “era astuto” pero también “sinceramente agradable”. Widmer añadió que “es muy difícil luchar” contra una persona verdaderamente amable. El amor y apoyo del Papa “a la persona humana”, incluyendo a los líderes comunistas, hacía difícil para los funcionarios de gobiernos soviéticos el no querer trabajar con el pontífice. “El Papa no peleaba con ellos porque los odiaba o les desagradaba. No peleaba contra el comunismo, él peleaba por algo, no en contra de algo. Él peleaba por la verdad y la dignidad del ser humano”. Asimismo, Widmer afirmó que cuando el Papa trabajó con líderes políticos occidentales en la transformación de algunos países del este de Europa, ellos tenían “razones divergentes en lo que hacían”, y trabajaban para objetivos diferentes. “Mientras que líderes como el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y la Primera Ministra del Reino Unido, Margaret Thatcher, trabajaban para terminar con el comunismo, el Papa Juan Pablo II tenía un objetivo más grande. En cuanto a los propósitos del Papa, Widmer aseguró que “es demasiado simplista decir que luchó contra el comunismo porque no fue así: él peleó en contra del ateísmo y el consumismo”. El Papa Juan Pablo II acentuó su papado por un fuerte sentido de misión, dijo Widmer, en parte por el intento de asesinato que sufrió en 1981. Sobrevivir a un atentado de esas características es “sin duda un milagro” y el Papa “se dio cuenta de eso y supo que tenía una misión que cumplir”. “Él sabía que iba a conducir a la Iglesia al nuevo milenio”.

lunes, 12 de mayo de 2014

TEMA DE REFLEXION PARA EL MES DE MAYO

Bienaventuranzas. - Plenitud de la vida cristiana. El Señor anunció esta nueva vida de las bienaventuranzas a todos los hombres. Entre la multitud de sus oyentes del Sermón de la Montaña había personas que apenas le conocían; otros, eran ya verdaderos discípulos que le habían escuchado en diferentes ocasiones; y estaban también sentados, oyendo sus palabras aquellos que iba a escoger, poco después, como Apóstoles: los Doce. No podemos pensar –por tanto- que el ideal que Jesucristo nos propone sea una vida tan exigente que esté reservada solamente a unos cuantos “elegidos”. La vida de la Gracia, el Espíritu Santo actuando en y con nosotros, que ya sabemos en qué consiste, está injertada en la vida natural del hombre, y el injertarse no se convierte ni en una carga ni en una limitación. La vida de la Gracia origina el desarrollo de la riqueza recibida en la naturaleza humana, enriquecida por el injerto de la participación en la naturaleza divina. La naturaleza del hombre crecía preparada para recibir el injerto, y no podría llegar a la culminación de su desarrollo sin la nueva savia. La vida de las bienaventuranzas es la manifestación de que el injerto ha sido eficaz, de que ha producido fruto, que ya vivimos “por Cristo, en Cristo y con Cristo”. Y la Gracia la recibimos todos los bautizados Las palabras del mismo Cristo después de enunciar las bienaventuranzas abren otros horizontes para la comprensión de las modalidades de esa nueva vida, de la que Él se nos va a presentar como ejemplo vivo. La vida que se expresa en las bienaventuranzas manifiesta que el hombre se ha convertido en hombre cristiano, en testimonio de Cristo. "Vosotros sois la sal de la tierra". "Vosotros sois la luz de mundo", dice el Señor a sus discípulos. Y añade: "Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres" (Mt 5, 13). ¿Subraya sencillamente el Señor la importancia de su seguimiento; la importancia de que la nueva vida en Él eche raíces en el espíritu de sus discípulos? La perspectiva que Cristo quiere abrir en la mente y en el corazón de los hombres se amplía todavía más si leemos las palabras que pronuncia a continuación: “Vosotros sois la luz del mundo. No puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 14-16). Jesucristo ha afirmado de sí mismo que "mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo" (Jn 9, 5). En realidad, Cristo está siempre en el mundo; por tanto, no deja nunca de ser “luz del mundo”. Una vez ascendido al cielo, sigue estando en la tierra, en la Eucaristía, y en todos los Sacramentos, y asocia a sus discípulos, transformados por la vida de las bienaventuranzas, a su misión de desterrar las tinieblas de la tierra. Y lo hace, convirtiéndolos también en luz del mundo. ¿Cómo? Él sigue viviendo en los discípulos, -en nosotros-, por la acción de la gracia de los sacramentos. Esa gracia mueve a los discípulos a llevar a cabo todas sus acciones en la tierra: piedad, trabajo, vida de familia, relaciones sociales, políticas, culturales, etc., con Cristo, por Cristo, en Cristo, viviendo el espíritu de las bienaventuranzas. Ese deseo del Señor de asociarnos a su misión, nos permite afirmar que Dios cuenta con nosotros, que ha "querido tener necesidad del hombre", para que su sal no falte jamás en la tierra, para que su luz no se difumine ni se apague en el mundo; para que nosotros tengamos el gozo de transmitir su luz. Sólo si la vida de las bienaventuranzas se convierte en la vida del cristiano, o mejor, solamente si el cristiano se convierte a la vida de las bienaventuranzas, podrá ser realidad en la persona de cada cristiano la audaz afirmación de san Pablo: "ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí". Cada una de las bienaventuranzas es fruto de la Gracia y de la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente. Vivir la vida de las bienaventuranzas es la consecuencia de un crecimiento de la acción conjunta de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad. De manera semejante, podemos también señalar que todos los Dones del Espíritu Santo influyen en cada acción del cristiano, fortificando y enriqueciendo la Fe, la Esperanza y la Caridad, y hacen posible vivir las bienaventuranzas. * * * * * * Cuestionario ________________________________________ 1.-¿Soy consciente de que, también en mi debilidad y fragilidad, Cristo quiere que trasmita su luz a toda las personas que conozco y trato? 2.-¿Pido cada día al Espíritu Santo que me aumente la Fe, la Esperanza, la Caridad? 3.-¿Rezo para que todos en la Iglesia, como nos pide el Papa, seamos anunciadores de la Encarnación de Jesucristo?